Dios llama desde muy jóvenes.
Durante los años de la juventud se va configurando en cada uno la propia personalidad. El futuro comienza ya a hacerse presente y el porvenir se ve como algo que está ya al alcance de las manos. Es el período en que se ve la vida como un proyecto prometedor a realizar del cual cada uno es y quiere ser protagonista.
Es también el tiempo adecuado para discernir y tomar conciencia con más radicalidad de que la vida no puede desarrollarse al margen de Dios y de los demás. Es la hora de afrontar las grandes cuestiones, de la opción entre el egoísmo o la generosidad.
Cada uno de vosotros está enfrentado ante el reto de dar pleno sentido a su vida, a la vida que se os ha concedido vivir.
Si algunos de vosotros siente una llamada a seguirle más de cerca, a dedicarle el corazón por entero como los apóstoles Juan y Pablo, que sea generoso, que no tenga miedo, porque no hay nada que temer cuando el premio que espera es Dios mismo, a quien, a veces sin saberlo, todo joven busca.
Jóvenes que me escucháis, jóvenes que sobre todo, queréis saber lo que habéis de hacer para alcanzar la vida eterna decid siempre que sí a Dios y Él os llenará de su alegría.
«Una sola cosa te falta: ven y sígueme»
¿Quizá hoy Jesús os está repitiendo a cada uno de vosotros: «Una sola cosa te falta»? ¿Quizá os está pidiendo más amor aún, más generosidad, más sacrificio? Sí, el amor de Cristo exige generosidad y sacrificio. Seguir a y servir al mundo en su nombre requiere coraje y fuerza. Ahí no hay lugar para el egoísmo ni para el miedo. No tengáis miedo, por tanto, cuando el amor sea exigente. No temáis cuando el amor requiera sacrificio.
martes, 24 de agosto de 2010
La Vocación una entrega total a Cristo
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